Fue 1990 y el caballo en el cual ibamos, un niño y yo, se habia desbocado por una jauria de perros que enfado al potro. En un segundo nos vimos los tres en aprietos. El caballo por no saber, el niño por el miedo aterrador y su servidor por tener solo un mecate y no los frenos para guiar al caballo, encima de eso, no teniamos montura. Por un momento pense que moririamos, pero la gracia de Dios nos salvo. Que diferencia hubiera hecho un freno. Asi es que Santiago 3:1-12 nos reta a refrenar la lengua, la cual he llamado el musculo mas fuerte en nuestro cuerpo, pues si logro amanzarla de seguro que podre dominar mi cuerpo. Dios los pueda bendecir con este mensaje. Predicado el siete de agosto de 2016.
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